Cuenta la leyenda que fue Ícaro quien recibió de Baco el secreto de la vitivinicultura.
Ícaro era el hijo de Dédalo, rey de Lacedemonia; y recibió del dios Baco una botella del vino elaborado por el mismísimo dios.
Ícaro distribuyó esta bebida entre unos labradores. Una parte de ellos, quedaron embriagados, y creyendo que Ícaro les había intentado envenenar, le dieron muerte a golpes.
Su fiel perro, se quedó custodiando el cadáver de su amo. Sus ladridos atrajeron a Erigona, hija de Ícaro; la cual viendo el cadáver de su padre, se ahorcó movida por la pena.
Padre e hija y el perro fueron transportados al cielo, reconociéndoseles en las constelaciones Boyero, la Virgen y Sirio.
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